viernes, 27 de noviembre de 2009

Reflexiones sobre la música

Cuando escucho una canción, exploro un mundo distinto, un mundo que varía con cada estilo de música que escucho dependiendo de mis sensaciones, emociones y estados de ánimo: un mundo triste y oscuro cuando estoy deprimida, uno rojo y agresivo cuando me siento enfadada y uno de colores vivos cuando estoy optimista.

Y es que, ¿quién no se siente identificado con, ni que sea, sólo una frase de una letra? ¿A quién no le resulta agradable una melodía, un solo de guitarra o unos sutiles acordes al piano?
Nuestra vida está repleta de música. Cada día, sin querer, escuchamos un silbido, un suspiro, leves notas...

A mí, dondequiera que vaya me sorprende un tornado de corcheas y semicorcheas que me envuelve como un vestido.
También, a veces, un tsunami de inspiración y creatividad me arrolla y necesito escribir lo que me ha venido a la cabeza.

No hay exhalación sin inhalación, no hay uña sin carne, no existe un mañana si no hay un hoy... y no existe la música si no hay amor.
Intentad pensar en sólo una canción que no tenga nada que ver con el amor o la amistad. ¿No se os ocurre ninguna, verdad? Prácticamente no las hay, por no decir que no hay ninguna: el amor es el motor de la música.

¿Quién inventó la música? Pues no lo sé. Pero quienquiera que fuese, me declaro su fan.


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