lunes, 9 de noviembre de 2009

El poder de la mente


En esa parte de la ciudad raramente se encontraba taxi y los autobuses ya no circulaban. La humedad y el frío de la noche se me estaban metiendo en el cuerpo. Caminaba cansado mientras vibraba en el aire la última campanada que anunciaba la medianoche. Fue entonces cuando de repente oí, más allá de aquella esquina extrañamente iluminada, un profundo grito que me atrajo. El sentido común me decía que huyera rápidamente, pero... Pudo más mi curiosidad, decidí fríamente dirigirme por el camino del sonido, por esa fría callejuela que llenaba el ambiente de misterio y temor. Mi corazón seguía el ritmo de mis pasos y cada vez sentía más cercano el olor de la desgracia.

Una tenue luz dejaba entrever la sombra de la escena, dejando bajo mis pies un charco de sangre intacto y aún caliente. Su rostro era pálido y detrás de su cuerpo empezaba el agonizante rastro rojo. No entendía nada, miles de preguntas invadían mi cabeza y un sentimiento de impotencia se apoderó de mi ser. Me encontraba desconcertado, la situación me dejó perplejo, anonadado, fuera de sí. Debía actuar pero no sabía ni siquiera por donde empezar. Sentí miedo y rabia, la suficiente como para armarme de valor y correr en busca de ayuda en aquella fría noche. Pude alcanzar un buen hombre, un guardia con aspecto amable y bonachón que rondaba por las calles. Le invité a venir a ver lo sucedido, sin adelantarme aún a contar nada de lo que mis ojos pudieron ver, pero...Un impacto sacudió todo mi ser. En el lugar ni rastro de la joven, todo lo que había visto y sucedido pasó a ser un hecho producto de mi imaginación.

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