sábado, 20 de febrero de 2010

Seguna derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido.

Sin duda alguna, una guerra es de las pocas cosas que la mayoría de nosotros nunca llegaríamos a desear.

Eulalio, un joven con, quizás, muchas expectativas de futuro, o quizás no. Eulalio, un joven con, quizás, ganas de vivir la vida, o quizás no. Eulalio, un joven que fuera como fuera, pensara lo que pensara y deseara lo que deseara, perdío todo lo que fue, pensó, o deseó, tan rápido como se enciende la luz al darle al interruptor.

Un sueño se le cumplía al mismo tiempo que su peor pesadilla se hacía realidad. Su mujer daba a luz a su hijo. Su mujer al ver la luz al final del túnel murió. ¿Cómo se puede seguir adelante si te arrancan un trozo de tu vida? Eulalio no daba con la respuesta correcta. Entre las pocas respuestas posibles, decidió, en un principio, escoger la más fácil: dejar morir a su hijo. ¿Qué otra cosa iba a hacer? 18 años, huyendo de una guerra, perdiendo el amor que tanto cuesta encontrar, sin ánimos, sin moral y con un hijo...

Para Eulalio esa situación nunca antes vivida era muy dura, tan dura como una roca. Tan dura, tan oscura... Los días pasaban, como nubes arrastradas por el viento. Eulalio, con una chispa de esperanza con la que despertó una mañana, decidió empezar a alimentar a su hijo.
Es verdad que una guerra, aunque vivida desde fuera, te deja un mal sabor de boca, y unas pocas ganas de seguir. Pero, tal vez, siendo un civil inocente, no vio la razón de porque algo que a él no le repercutía tenia que afectarle de esa manera. Es decir, ¿decidió él, iniciar la guerra? No. ¿Por qué no podía decidir entonces, seguir adelante?

La chispa de esperanza de esa mañana, duró varios días. Eulalio dio todas sus fuerzas para su hijo. Aunque fuera duro, desconsolador, él dio todas sus fuerzas para su hijo.


¿Os creéis que una guerra de éstas, solo deja derrotas en el campo de batalla?

Los días pasaban, Eulalio seguía aprovechando al máximo la vaca, la alimentaba, al mismo tiempo que a su hijo, al que aún no le había puesto nombre.
El tiempo no acompañaba demasiado. El pequeño no aguantó, murió. En ese momento fue cuando Eulalio decidió que llamaría a su hijo Rafael, como a su padre. Por lo menos algo de sus alegrías seguiría en pie, aunque fuera en su memoria. El nombre de su padre, el de su hijo. De sus pasadas alegrías, que le ayudarían en sus futuros días.


¿Dime ahora qué hacemos con las vidas de muchas personas, que pasan por situaciones como éstas por algo que no les incumbió? ¿Dime ahora, crees que elegimos bien al optar por la guerra?


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