lunes, 15 de febrero de 2010

Las razones del Capitán Alegría

… Y por fin me llamaron para subir al camión que me llevaría al lugar donde los vencedores entendían que restablecían su orden… pero también allí aniquilaban a los vencidos. Así no habría voces que recordaran sus acciones, que lucharan contra la injusticia. Nadie les podría recordar el llanto del niño que había perdido a su madre, o, lo que es lo mismo, el dolor de la madre que había visto morir a su hijo.


Los vencidos no gritan. Los vencidos no protestan. Los vencidos solo lloran… si pueden, si les quedan todavía lágrimas después del horror vivido durante tanto tiempo. Ya no tienen fuerzas.


Los vencedores se emborrachan de su triunfo y matan, matan, matan para callar los gritos de su conciencia. Justifican sus actos, justifican los horrores por el bien de la patria, pero yo no quiero ser su cómplice… por eso soy un rendido, soy un rendido de los vencedores que se ha cambiado de bando en el último momento. Soy un rendido incapaz de soportar el triunfo impregnado de venganza.


¿Quién va a entenderme? He visto demasiado. Otros han sufrido incluso más. Yo no puedo estar al lado de los vencedores, aunque tampoco podría estar al lado de los vencedores si hubieran sido los ortos.

Lo absurdo del asunto que se convierte en un enfrentamiento, sin posibilidad alguna de diálogo, que divide el pueblo –que debería ser indivisible- en dos bandos que dan el cara a cara en una lucha horrible, porque el precio es demasiado alto. Yo, en mi interior, tengo que vencer a mi propio enemigo: yo mismo.


Yo no puedo vengarme de mi mismo.


No puedo entender al vencedor. Por eso, precisamente, muero. Porque no puedo ser vencido y vencedor al mismo tiempo. Porque la guerra es absurda y el dolor y el horror ha sembrado la muerte en ambos lados.

Porque unos han llorado, y otros también, porque unos han sufrido, y otros también… porque, en definitiva, unos han muerto… y los otros también.


Yo no puedo justificar todo ese horror… yo no puedo ser vencedor,… por eso muero.


Mis motivos son decentes y estoy seguro de que muchos algún día los comprenderán.

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