jueves, 8 de abril de 2010

Querido diario... por Lorenzo.

Esta mañana me he levantado con un dolor de cabeza tormentoso, no tengo ganas de ir a la escuela. Eso sí que es algo tormentoso. Cada mañana nos hacen cantar una canción que, por cierto, no me gusta nada, es de viejos. Me gusta mucho más la que mama me canta cada noche antes de acostarme. Me gusta la voz de mama. Además esa canción que nos hacen cantar en la escuela no tiene sentido alguno. O como suele decir siempre papa: “No tiene ni pies ni cabeza.”. “Cara al sol con la camisa nueva” y la cantamos haga sol o este nublado, la cuestión es aburrir al buen y mal tiempo. ¿Y de donde se han sacado lo de la camisa nueva? Mama cada mañana me plancha la misma camisa, y lo lleva haciendo hace años, no tiene nada de nuevo. Es más, mi camisa tiene un par de agujeros dentro del bolsillo. La ropa nueva no tiene agujeros. ¿Sabéis lo bueno de la escuela? Que cada día se acaba. Y entonces llego a casa con papa y mama y jugamos. Jugamos mucho. Con papa siempre jugamos al escondite. Aunque ahora le llamamos “El secreto”. Le hemos cambiado el nombre, para que sea más divertido. Papa siempre me gana. Pero es normal, él es un profesional de este juego, se pasa el día entrenando. El armario es su escondite, pero eso no lo sabe nadie, ni nadie lo puede saber. Todo profesional del escondite, tiene su sitio secreto. Si lo descubren, pierde. De aquí el nuevo nombre, el secreto. Yo no conocía las normas de este juego, bueno, solo las sencillas, estas me las explicaron papa y mama. Nunca había jugado así. Es muy divertido. Mira si es serio papa jugando, que hasta cuando vienen visitas, el sigue escondido, entrenando. Será un gran profesional, ya veréis.

Todo iba bien hasta que un día el padre Salvador llegó por sorpresa. Yo me quedé apartado del lugar en que él y mama estaban. Pero estaba viendo todo lo que ocurría. El padre Salvador empezó a tocar a mama, y ella parecía que no quería. Al principio parecía que bailaran, pero más tarde mama empezó a chillar. Creo que no le gustaba lo que el padre Salvador le estaba haciendo. Ella estaba... ¿como se dice? Ah, desesperada... y muy nerviosa. Papa, que repito, era todo un profesional, salió de su escondite, antes de que el padre Salvador le hubiera encontrado. El juego no había acabado, pero papa salió. Salió y se lanzó encima del padre Salvador. Yo estaba asustado y me escondí debajo de la mesa. No vi nada más. Y solo escuché gritos.

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