En esa parte de la ciudad raramente se encontraba taxi y los autobuses ya no circulaban. La humedad y el frío de la noche se me estaban metiendo en el cuerpo. Caminaba cansado mientras vibraba en el aire la última campanada que anunciaba la medianoche. Fue entonces cuando de repente oí, más allá de aquella esquina extrañamente iluminada, un profundo grito que me atrajo. El sentido común me decía que huyera rápidamente, pero algo en mi interior me retenía en ese sitio. Me acerque lentamente a la esquina iluminada pensando en que me encontraría allí. Mi corazón latía con fuerza. Entonces, asome la cabeza y me encontré manchas de sangre que se alejaban por la calle. En ese lugar de la gran ciudad no había mucha gente, aún así decidí seguir ese rastro rojizo. Me puse a andar por la calle fijándome en el suelo. Al final de la calle, a unos metros de la otra esquina, me encontré un cuerpo cubierto de sangre. Era de una mujer joven y morena. Llevaba un traje muy claro, que ahora estaba manchado de sangre. En el vientre de la mujer se veían marcas de algún objeto punzante. Los rastros de sangre no concluían aquí, sino que seguían por la calle. Las seguí hasta llegar a una enorme casa de madera. El aspecto de esta no era muy agradable, pero decidí entrar.
lunes, 9 de noviembre de 2009
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